El verdadero valor de las cosas


Este fin de semana he ido a la playa después de mucho tiempo y de muchas tardes asomada a la ventana, sin poder pisar la arena, ni dar paseos por la orilla, ni meterme al agua… Llevo un par de años bastante malita, muy delicada de salud, y parece increíble, pero hasta hace muy poquito, el simple hecho de exponerme al sol o sentir la brisa marina en mi cara, eran perjudiciales para mi. ¡Cómo es posible que algo tan hermoso, tan natural y cotidiano pueda perjudicarme tanto! No lograba entenderlo, y sigo sin hacerlo.

Gracias a mi familia, mis amigos, los médicos (mis héroes)… poco a poco voy estando mejor, hasta el punto de que la semana pasada, y en vista del buen tiempo y la ola de calor que estamos sufriendo aquí en el sur, me permitieron bajar a la playa un ratito y darme mi primer chapuzón después de tanto tiempo. Tuve que protegerme del sol y solo pude entrar y salir al agua, pero a mi me supo a gloria; no recordaba esa sensación y la he archivado en mi memoria para no olvidarla nunca y poder recordarla la próxima vez que me encuentre mal, triste o deprimida. Hace poco mi doctor me dijo algo que me encantó y que me gustaría compartir con vosotros: «Hoy en día, la gente sabe el precio de todo, pero no conoce el valor de nada». Un beso enorme.

Teresa

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